El 10 de diciembre el grupo terrorista M23 irrumpió en la estratégica ciudad de Uvira, República Democrática del Congo, en donde asesinaron al menos a 74 personas y desplazaron a unas 200.000.
Los rebeldes denominados M23 - financiados por Ruanda - declararon haber conquistado Uvira, la segunda gran ciudad después de Bukavu, ubicada al este de la República Democrática del Congo. Si bien el 4 de diciembre se había firmado un acuerdo de paz entre Ruanda y la RDC, la canciller congolesa Thérèse Kayikwamba denunció ante el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas el incumplimiento por parte de Ruanda del acuerdo, acusando a dicho país de respaldar militarmente al Movimiento 23 de Marzo (AFC/M23) en su ofensiva1.
Sin embargo, Ruanda no es el único país implicado en el financiamiento de grupos terroristas que agitan la desestabilización en territorios estratégicos ricos en recursos naturales como lo es la RDC.
Según un informe publicado en el portal La Razón2, los países involucrados abarcan desde las potencias imperiales europeas del siglo XX hasta las actuales.
Remontándonos al pasado, la historiadora africanista Silvia A. Perazzo en su investigación titulada Colonización y descolonización en Ruanda: del Reino Tutsi a la República Hutu (2023), sostiene que ‘’a diferencia del Congo o de Zimbabue, Ruanda no posee recursos naturales’’, lo cual podría explicar su interés en la desestabilización del territorio congoleño.

En cuanto a su huella colonial, Ruanda fue colonia de Alemania desde 1894, y a partir de 1916 pasó a serlo de Bélgica, cuya independencia fue obtenida en 1962: ‘’Bélgica apoyó al nuevo gobierno, pero poco a poco su rol de ex metrópoli fue ocupado por Francia, que acordó con la Ruanda independiente decenas de convenios de cooperación militar, cultural, económica y financiera, y paralelamente labró una alianza con los hutu que perdurará hasta el genocidio y determinará su involucramiento en esta vergüenza de la humanidad’’.
Perazzo se refiere al genocidio de 1994 que duró 100 días y se llevó la vida de aproximadamente 800.000 ruandeses, genocidio cuya responsabilidad en gran medida se explica por el racismo heredado de la colonización, por la ayuda de la OTAN3 e ‘’Israel’’4 en el financiamiento de la masacre y por las disputas étnicas entre los tutsi y los los hutu5.
Pero bien es sabido que una independencia formal no implica una independencia real y material: según informó a comienzos de este año el ministro de Exteriores de Reino Unido, David Lammy, Ruanda recibe cada año más de 1.000 millones de dólares de ‘’ayuda extranjera’’, de los cuales 32 millones corresponderían a los envíos de Reino Unido. Bélgica también destinó en 2019 un paquete de ‘’ayudas al desarrollo’’ de más de 40 millones de euros6. El panorama se amplía aún más cuando observamos el financiamiento que ofrece la Unión Europea: 20 millones de euros destinados a ayuda militar ruandesa en 2022, y otros 20 millones en 2024.
Aparentemente el dinero se entregó con la intención de apoyar la misión militar de Ruanda en Cabo Delgado, donde tropas ruandesas combaten a grupos terroristas que amenazan la extracción de gas natural licuado por parte de empresas occidentales.
Es decir, que la UE financia a grupos militares para que se encarguen de impedir la corrupción de las mismas empresas mineras que pertenecen mayormente a Europa, como un perro que persigue su propia cola. Como dijimos al comienzo, la injerencia no proviene únicamente de estas antiguas potencias, sino que también se ven implicadas potencias actuales.
En 2021, Estados Unidos proporcionó más de 147 millones de dólares de asistencia bilateral a Ruanda, en un programa que supuestamente incluía cuestiones como la salud, la educación, materias de democracia y gobernanza y seguridad. El presupuesto destinado ese mismo año a Ruanda para la "paz y seguridad" ascendió a los 500.000 dólares.
Existe además un programa de apoyo estadounidense a las fuerzas armadas ruandesas, que incluye "la seguridad de la aviación, la capacitación para las fuerzas de paz y esfuerzos más amplios de profesionalización", según informan documentos de acceso público del gobierno norteamericano.7
Con respecto a su armamento, quienes proveen a Ruanda son potencias actuales como China (con su sistema de obuses autopropulsados PCL-09 y sus misiles antitanque HJ-9A “Flecha Roja”)8 y Rusia, aunque también se hallan armas procedentes de Turquía y de ‘’Israel’’ mediante la empresa Meteor Aerospace. Emiratos Árabes Unidos también está implicado en la desestabilización de la región, pero bajo la figura de ‘’socio comercial’’ de Ruanda9, figura que utiliza como escudo para el contrabando de oro en el Congo.
La búsqueda de mantener el control sobre territorios estratégicos como la República Democrática del Congo se explica por la creciente demanda de minerales críticos - como el oro, diamantes, cobre, cobalto, entre otros -, la cual está aumentando rápidamente por el uso de dispositivos electrónicos que dependen de ellos y por los modelos dominantes de ‘’transición verde’’, los cuales necesitan grandes cantidades de baterías e imanes: se estima que en 2050 habrá 1.400 millones de coches eléctricos.
Al mismo tiempo, la intensificación de la producción de armas con ayuda de tecnologías avanzadas (y la computación en nube requerida para ello) requieren enormes cantidades de tierras raras y otros minerales10. Mientras EE. UU. acusa a Ruanda de romper con el acuerdo de paz, es importante recordar quiénes están detrás de estos grupos terroristas encargados de desestabilizar regiones estratégicas y de perpetuar la violencia sistemática en poblaciones civiles que poco tienen que ver con los negocios organizados desde las cúpulas del poder.
Pilar Córtes para DATA URGENTE
1 https://www.telesurtv.net/
2 https://www.larazon.es/
3 https://www.aa.com.tr/
4 https://www.hispantv.com/
5 https://www.iri.edu.ar/index.php/2020/04/07/7-de-abril-de-2019-genocidio-en-ruanda/
6 https://www.theguardian.com/
7 https://www.uypress.net/
8 https://www.scmp.com/
9 https://www.larazon.es/
10 https://vientosur.info/