Hace una semana el mundo entero contuvo la respiración. Estados Unidos bombardeó tres plantas nucleares en Irán y, de inmediato, el gobierno persa del presidente Masud Pezeshkian advirtió: “Donald Trump violó nuestra soberanía y esto no quedará sin respuesta”.
Sin embargo, no sucedió ni lo esperado ni lo previsible. Hubo ciertamente una represalia iraní, pero fue una respuesta tan estratégicamente pensada que implicó un punto de inflexión en las dinámicas bélicas de Oriente Medio y, decididamente, inauguró una nueva fase de la transición sistémica hacia un nuevo orden mundial mucho más volcado a la diplomacia que a la confrontación sin límites.
El contrataque mesurado de Irán no fue un signo de debilidad.
Los mensajes triunfalistas de Trump perdieron rápidamente consenso (incluso fueron desmentidos y criticados por los propios políticos y medios de comunicación estadounidenses) y, en cambio, hubo coincidencia internacional, en que la reacción iraní al no ser impulsiva (a pesar de haber sido injustamente agredido) enviaba una serie de mensajes no sólo al Occidente hegemónico sino al mundo entero.
Teherán advirtió anticipadamente a Washington sobre los lugares donde descargaría sus misiles, demostrando precisión en los ataques y prudencia.
Las embestidas cruzadas entre Tel Aviv y Teherán (iniciadas el 13 de junio por Israel violando todos los acuerdos internacionales vigentes), seguidas por la operación estadounidense denominada “Martillo de medianoche” (Midnight Hammer) y, finalmente, la mesurada respuesta iraní contra algunas bases del Pentágono en Oriente Medio, dejó expuestos varios escenarios que indican nuevas realidades globales.
En la noche más corta del hemisferio Norte, entre el 21 y 22 de junio, el Pentágono lanzó la operación “Martillo de medianoche”, un ataque contra tres plantas nucleares iraníes entre ellas la más importante para el desarrollo científico de la República Islámica de Irán: Fordow, una instalación enterrada a 80 metros de profundidad en una montaña sagrada.
El Pentágono utilizó bombas GBU-57 “rompe búnkeres” (bunker buster) contra las centrales iraníes de Natanz, Osfahan y Fordow, mientras Israel aprovechó la conmoción mundial para continuar, cobardemente, bombardeando civiles palestinos en Gaza, cuando estaban haciendo fila para conseguir algo de alimentos y agua potable.
El contraataque de Teherán fue inmediato, pero planificadamente sobrio. La noche del 23, las sirenas comenzaron a sonar en las bases de Ali Al Salen (Kuwait); Ali Al Asad (Irak) y Al Ubeid (Qatar) y sobre esta última impactaron misiles iraníes de corto y mediano alcance.
El 23 de junio, horas antes del ataque a las bases estadounidenses, el canciller iraní, Abbas Aragchi, hizo una breve visita al presidente ruso Vladimir Putin en Moscú donde seguramente hablaron del tema.
Aragchi es un diplomático de enorme experiencia y muy conocido internacionalmente porque él fue quien, desde 2015, dialogó con EEUU, Europa, Rusia y China para alcanzar un acuerdo internacional sobre el tema nuclear hasta que, en 2018, Donald Trump, en su primera presidencia, dio un portazo a las conversaciones de forma unilateral. Putin mantuvo su posición condenatoria sin que llegue la sangre al río. “Se trató de una agresión infundada e injustificable (de EEUU). La alianza estratégica con Irán es inquebrantable.
Hacemos todo lo posible para ayudar al pueblo iraní y buscar salidas diplomáticas. Oriente Medio está llevando al mundo a un límite peligroso”, dijo el ruso dejando puertas abiertas. A partir del tratado de asociación estratégica que este año firmaron Moscú y Teherán, ambos países fortalecieron su cooperación en varias áreas como la investigación en energía nuclear. Varios científicos rusos trabajan en la central nuclear iraní de Bushehr.
No fue atacada por EEUU y Putin dio la orden de no evacuar al personal ruso.
En cuanto a China también, en su estilo, reprobó el ataque y, con visión de futuro, descalificó la autoridad moral de EEUU como país de referencia en el plano internacional.
“EEUU afectó su reputación y autoridad diplomática al atacar las instalaciones nucleares de Irán.
Ha sufrido como participante en cualquier negociación internacional”, dijo Fu Cong embajador chino ante la ONU.
No debe descartarse la hipótesis de que tanto la embestida norteamericana como el primer ataque sorpresivo de Israel (que no por casualidad incluyó una recién inaugurada línea ferroviaria de la Ruta de la Seda en Irán) tuvieran como objetivo además provocar a China.
El “show” bélico del Pentágono y las declaraciones pendencieras de Trump pusieron al gobierno de Xi Jinping ante un dilema: o defender a su crucial aliado iraní o mantener el principio de no injerencia.
La estrategia iraní de avisar con antelación a EEUU y provocar daños precisos pero menores, sin duda, resolvió esa tensión. Teherán no es sólo uno de los países de los Brics + y tiene un acuerdo estratégico con Beijing hasta el 2040, sino que también es su principal proveedor de petróleo.
Para China, el abastecimiento energético de Irán es un tema principalísimo de seguridad nacional.
Así como Rusia salió fortalecida tras las sanciones occidentales a su economía, Irán se ha consolidado como una potencia mediana en Oriente Medio tras los ataques de Israel y EEUU. Teherán continuará su desarrollo nuclear; ya no será tan fácilmente provocada o agredida y, tal vez una propuesta que desde hace años vienen haciendo los persas encuentre ahora un espacio internacional.
Irán propone la creación, en Medio Oriente, de una zona libre de armas nucleares y de destrucción masiva al estilo de la que ya existe en América latina.
Esto implicaría que Israel debe renunciar a sus ojivas nucleares. ¿Estará dispuesto a esto Estados Unidos?.
TELMA LUZZANI
EL DESTAPE