La Fiscalía de Milán abrió investigación sobre safaris humanos en Sarajevo. Adinerados habrían pagado hasta 100.000 euros para disparar a civiles como turismo.
La escalofriante realidad del sicariato internacional vuelve a ocupar los titulares después de tres décadas, luego de que la Fiscalía de Milán abrió una investigación oficial que expone una de las prácticas criminales más siniestras documentadas: los safaris humanos de Sarajevo.
El caso, presentado por el periodista y escritor italiano Ezio Gavazzeni, reveló que adinerados extranjeros -predominantemente italianos, pero también estadounidenses y rusos, pagaban entre 80.000 y 100.000 euros para viajar a Bosnia durante los años 90 y disparar a civiles indefensos como si de una cacería se tratara.
Esta investigación no es solo un ejercicio de justicia retrospectiva; es un reflejo de cómo opera la economía criminal transnacional y la industria del asesinato por encargo en el mundo.
El caso que sacude a Europa
Durante el asedio más prolongado de la historia moderna europea, que duró cuatro años (1992-1996), Sarajevo fue convertida en un tablero de ajedrez sangriento. Más de 11.500 civiles fueron asesinados bajo fuego de francotiradores serbobosnios apostados en las colinas que rodeaban la capital bosnia.
Lo que hace el caso de 2025 particularmente escalofriante no es solo la cifra de muertos, sino la revelación que turistas adinerados pagaban dinero contante por participar en estas masacres.
Según los testimonios documentados en la investigación dirigida por el fiscal antiterrorista Alessandro Gobbis, estos "turistas de guerra" viajaban desde Trieste, Italia, en vuelos de la compañía Aviogenex —una empresa aérea serbia de la época—. Desde allí se trasladaban a Belgrado y posteriormente a las posiciones de tiro en las colinas que dominaban Sarajevo.
Una estructura altamente profesional orquestaba estos viajes: reclutamiento en Italia, logística en Serbia y coordinación con fuerzas militares serbias que facilitaban el acceso a los puestos de fuego.
Lo que distingue este caso de otros crímenes de guerra documentados es la existencia de una "lista de precios" macabra. No todos los objetivos civiles tenían el mismo valor.
Según los testimonios, disparar a niños costaba más dinero. Los hombres adultos —especialmente los uniformados— representaban una categoría intermedia, las mujeres ocupaban otro segmento y los ancianos podían ser asesinados "gratis".
Esta jerarquía de valores humanos —convertidos en cifras y transacciones comerciales— expone la brutalidad deshumanizante del sicariato organizado.
La industria del crimen organizado pagado.
El fenómeno de los safaris humanos de Sarajevo no emerge de la nada, es un eslabón en la cadena del asesinato por encargo, una industria criminal que mueve miles de millones de dólares anualmente.
La economía criminal del sicariato presenta características estructuradas: demanda de clientes adinerados, oferta de "servicios" proporcionados por grupos criminales organizados, y una compleja red de intermediarios, transportistas y facilitadores.
El sicariato ha dejado de ser un delito marginal para convertirse en un componente estructural de las economías criminales transnacionales. En el caso de Sarajevo, los "turistas de guerra" no actuaban aisladamente; formaban parte de una red que incluía cooperación entre servicios de inteligencia militares serbios, empresas de transporte, intermediarios italianos y facilitadores locales.
Esta infraestructura refleja cómo operan actualmente las redes de asesinato por encargo a nivel internacional: con compartimentalización, especialización de roles y profesionalismo criminal.
La investigación de la Fiscalía de Milán no es un evento aislado. A nivel global, las economías criminales representan entre tres y cinco trillones de dólares anuales en operaciones ilícitas, según datos del Programa de Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (Unodc). Dentro de este ecosistema, el asesinato por encargo ocupa un lugar prominente.
Implicaciones para la seguridad internacional
La reapertura de la investigación sobre los safaris humanos de Sarajevo plantea interrogantes profundas sobre la justicia transicional y la responsabilidad individual en crímenes de guerra. La Fiscalía italiana busca identificar y procesar a italianos específicos que participaron en estas masacres, bajo cargos de "homicidio voluntario agravado por crueldad y motivos abyectos".
Sin embargo, lo que este caso revela trasciende la esfera legal italiana. Expone cómo individuos adinerados de democracias occidentales —de Italia, Estados Unidos y otros países— accedieron a redes criminales transnacionales para satisfacer impulsos sádicos bajo el paraguas de conflictos armados.
Los testigos testimoniales incluyen a un oficial de inteligencia militar bosnio y a la exalcaldesa de Sarajevo, Benjamina Karic, cuyas denuncias catalizaron la investigación formal.
Desde la perspectiva de seguridad internacional, el caso subraya la vulnerabilidad de territorios en conflicto a la penetración de redes criminales externas. Durante el asedio de Sarajevo, mientras la ciudad se desangraba, fuerzas militares serbias monetizaban el acceso a posiciones de tiro, convirtiendo la matanza de civiles en un negocio rentable.
El silencio cómplice y la verdad enterrada
La investigación del periodista italiano Gavazzeni no fue el primer intento de documentar los safaris humanos. En 1995, mientras el asedio aún ocurría, el diario Oslobodjenje de Sarajevo publicó un reportaje titulado "Safari de francotiradores en Sarajevo". El artículo presentaba testimonios de testigos sobre "turismo de guerra" y "guerra de fin de semana". Posteriormente, el Corriere della Sera de Italia publicó en 1995 un artículo titulado "Vacaciones en Bosnia, con tiroteo incluido", que describía explícitamente el fenómeno.
A pesar de estas revelaciones contemporáneas, ningún procesamiento ocurrió durante los años 90 ni en los 2000. Las autoridades italianas, el Sismi (servicio de inteligencia militar italiano de la época), y las instituciones internacionales guardaron silencio. 30 años después, cuando los perpetradores envejecen y muchos han fallecido, surge una investigación oficial. Esta demora no es accidental: refleja la tolerancia institucional hacia los crímenes cometidos por civiles millonarios en conflictos periféricos.
La perpetuidad del crimen de guerraLos safaris humanos de Sarajevo representan un crimen de guerra particularmente perverso porque mercantilizaron el asesinato de civiles. Convirtieron vidas humanas en commodities transables en un mercado criminal internacional.
Lo que distingue este caso de otras violaciones de derechos humanos es su carácter explícitamente comercial: un cliente pagador, un prestador de servicios criminal, y un contexto de conflicto armado que facilitó la impunidad.
30 años después, la investigación formal reconoce que justicia tardía es mejor que impunidad perpetua. Sin embargo, su verdadero valor será determinado por si genera procesamiento efectivo, condenas significativas, y cambios en cómo sociedades democráticas occidentales abordan la complicidad de sus ciudadanos en crímenes de guerra perpetrados en territorios periféricos.
Lo lamentable es que mientras se investiga el escalofriante caso de los safaris humanos de Sarajevo, la industria del asesinato pagado continúa expandiéndose a nivel global, adaptándose a nuevos conflictos, nuevas tecnologías y nuevas formas de negociación criminal internacional.
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