30 Dec
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La acusación contra Mohammad es porque defendió a los oprimidos, a los vulnerables y rechazó todas las formas de injusticia infligidas a nuestros pueblos subyugados, a quienes se les ha despojado de la mayor parte de sus recursos.

En el mundo civilizado y libre, se respeta y valora profundamente a los intelectuales y científicos; su posición en la sociedad casi supera a la de los estadistas, políticos y demás sectores.

Aun así, reciben solo una fracción de los derechos que merecen por sus contribuciones decisivas y su papel vanguardista.
En contraste, en la mayoría de los países árabes e islámicos, se considera a esta clase como enemigos de la patria, agitadores, portadores de agendas extranjeras, dignos de insulto, cárcel y, en muchos casos, de la muerte.

El intelectual en los países desarrollados es el mismo que en el mundo árabe e islámico. Ambos, aunque difieran en lenguas, culturas y religiones, comparten la misma referencia cultural que promueve el uso de la razón, la reflexión y la dedicación de todas sus energías en beneficio de los pueblos y naciones.

La diferencia radica en las políticas que implementan sus gobiernos: las de los países desarrollados difieren notablemente de las de los estados del Tercer Mundo. Estos son atrasados debido a sistemas caracterizados por la ignorancia, el sometimiento a dictados extranjeros, estructuras de poder que los mantienen regímenes, sus privilegios en la región.

Los intelectuales árabes e islámicos han enfrentado grandes dificultades, hostigamientos; privados del reconocimiento que merecen, y  les acusa, castiga e incluso encarcela por décadas, y en algunos casos han perdido la vida o años enteros de su existencia.

Estos regímenes retrógrados mantienen las mismas ideas, emplean iguales métodos, recurren a idénticos medios, y a pesar de negar la realidad, los resultados históricos se repiten, solo cambian los nombres de los opresores y de los oprimidos.

Es por ello que nos sentimos moral y humanamente obligados a escribir sobre el arresto de nuestro amigo, el intelectual Mohammad Faraj, con la esperanza de que retorne pronto a la libertad, regrese sano y salvo a su familia y retome su labor intelectual.

Si mi memoria no me traiciona, conocí a Mohammad la primera vez por teléfono, a finales de 2021, en un contacto breve sobre la escritura para Al Mayadeen Online.

Ese breve encuentro abrió la puerta a una relación que considero una de las más sólidas y valiosas que tengo con amigos fuera de Palestina.

Nuestra relación creció mediante el intercambio de ideas y el debate sobre Palestina, la región y el mundo, compartimos inquietudes y puntos de vista, aunque con ligeras diferencias en prioridades y métodos.
Mi testimonio sobre Mohammad Faraj puede parecer parcial, dado que escribo para Al Mayadeen Online. Algunos podrían pensar que mi postura responde a intereses personales, pero la verdad es que mi apoyo es ética y humanamente motivado, no busca beneficios. Es una solidaridad con una causa justa, una injusticia que merece defensa y corrección.

En los años noventa, enfrenté personalmente persecuciones similares a las que sufre Mohammad, con arrestos, amenazas y encarcelamientos en prisiones de regímenes que consideraban a los intelectuales y patriotas como enemigos.

En aquel tiempo, las acusaciones eran claras: "incitar contra el Estado, alterar el orden público o perturbar la paz social". Tales cargos se reservaban solo para los patriotas y los justos, nunca para ladrones o corruptos.

No sé con certeza cuál es la acusación contra Mohammad, si acaso existe alguna que pueda sostenerse. Como nacionalista árabe defensor de la unidad y del bienestar de los pueblos, su delito es el mismo que el mío: amar a la patria, protegerla y velar por sus intereses, mientras los corruptos y los ignorantes la devastan cada día. 

Creo que Mohammad ha sido perseguido por defender a los oprimidos, proteger a los desposeídos y rechazar toda forma de injusticia infligida a los pueblos, saqueados de sus recursos y olvidados por sus gobernantes, quienes los tratan como ganado para dirigir a su antojo.

A pesar de la injusticia y las dificultades que enfrenta, confiamos plenamente en que la liberación llegará, no porque los carceleros se arrepientan, sino porque la confianza de Mohammad en sí mismo y la fortaleza de su pensamiento superan toda forma de opresión y oscuridad.

Su espíritu y su intelecto permanecen más firmes que los de aquellos que lo oprimen.

Finalmente, imploro a Dios que libere a Mohammad Faraj sin demora, que la adversidad desaparezca pronto, y que regrese a su familia y a la comunidad intelectual con más determinación, luz y entrega que nunca.


Por Ahmed Abdul Rahman


AlMayadeen




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