12 Oct
12Oct

América Latina resignificó el 12 de octubre: de “descubrimiento” y raza a memoria, diversidad y resistencia frente a la herencia colonial.

Durante buena parte del siglo XX, el 12 de octubre fue presentado como la fecha que “marcó el inicio de nuestra historia”. En escuelas y plazas se celebraba el “Día de la Raza”, un homenaje al supuesto “encuentro de dos mundos”. Pero lo que durante décadas se enseñó como descubrimiento, hoy se entiende como invasión, despojo y resistencia. América Latina, poco a poco, decidió mirar ese espejo roto y reescribir su relato.

El origen de un mito llamado “Día de la Raza”La historia comienza en 1913, cuando el político español Faustino Rodríguez-San Pedro propuso el 12 de octubre como la fecha para conmemorar el “encuentro” entre Europa y América. El proyecto, impulsado por la Unión Iberoamericana, fue adoptado luego por varios países latinoamericanos como una fiesta de “unidad hispánica”.

Detrás de esa idea había una intención política: reafirmar los lazos con la antigua metrópoli en tiempos en que las jóvenes repúblicas buscaban construir identidad nacional. Así, bajo el manto del mestizaje y la “raza iberoamericana”, se legitimaba una narrativa eurocéntrica que ocultaba la violencia de la conquista y presentaba a España como “madre cultural” del continente.
La “raza” de la que se hablaba no era sinónimo de diversidad, sino de asimilación. Era el intento de blanquear el pasado indígena y afrodescendiente para crear una identidad “moderna” y “civilizada”. En otras palabras: un proyecto de nación que empezó negando la mitad de sí misma.

Cuando el relato se resquebraja

El mito del descubrimiento empezó a tambalear en la segunda mitad del siglo XX, a medida que los movimientos indígenas, afrodescendientes y decoloniales ganaban espacio en el debate público.

El llamado Día de la Raza comenzó a ser denunciado como una celebración del genocidio y del etnocidio que acompañaron la expansión europea. Como recuerdan historiadores como Enrique Dussel o Walter Mignolo, lo que se llamó “encuentro” fue en realidad una invasión que impuso sistemas de dominación política, económica y espiritual.
El cambio no fue solo semántico: fue político. Era necesario nombrar las cosas por su nombre para sanar una herida de más de cinco siglos.
De la celebración a la resistencia

El giro comenzó en los años 90 y se aceleró en el siglo XXI, con varios países de América Latina transformando la conmemoración del 12 de octubre:

Venezuela (2002): Día de la Resistencia Indígena, impulsado por el gobierno de Hugo Chávez.

Bolivia: rebautizado como Día de la Descolonización.

Argentina: Día del Respeto a la Diversidad Cultural.

Ecuador: Día de la Interculturalidad y la Plurinacionalidad.

México: adopta el Día de la Nación Pluricultural tras décadas de mantener “Día de la Raza”.Chile: Día del Encuentro de Dos Mundos.

Estados Unidos: el reconocimiento del Día de los Pueblos Indígenas instaurado por el presidente Joe Biden fue revertido por Donald Trump, quien restituyó el Columbus Day como festividad nacional. Con su retórica de “batalla cultural”, Trump exaltó a Colón como “héroe estadounidense” y presentó la memoria indígena como una amenaza a la civilización occidental.Más que un gesto simbólico, estas transformaciones representan una ofensiva ideológica o un reclamo de justicia histórica. Cada cambio de nombre implica una toma de posición: no es solo corregir un término, sino cuestionar quién cuenta la historia y desde dónde.

La batalla por el sentido común.

Pese a los avances, aún persisten sectores que se aferran a una visión nostálgica y eurocéntrica. En medios conservadores, el 12 de octubre sigue presentado como el día en que América “entró en la civilización”. 

Un discurso que ignora la sofisticación política, agrícola y espiritual de civilizaciones como los mexicas, los mayas, los incas o los taínos.
Es el mismo relato que, con otros ropajes, sigue justificando la desigualdad, el racismo y el saqueo contemporáneo. Porque el colonialismo no desapareció: se transformó en extractivismo, deuda externa y racismo estructural.

Ocho verdades que el 12 de octubre ya no puede ocultar

América no fue descubierta: fue invadida.

Hubo un genocidio que redujo en millones la población originaria. Se fundó un sistema basado en la esclavitud africana.

Se impuso una religión y se destruyeron espiritualidades propias. Se inventaron jerarquías raciales que aún persisten.

Se borraron lenguas, memorias y saberes. La desigualdad actual tiene raíces coloniales. 

Recordar no es odio: es justicia.
Una fecha que se sigue transformando.

Más de cinco siglos después, el 12 de octubre sigue siendo un espejo incómodo. Pero también una oportunidad. Una invitación a mirar nuestra historia desde el Sur Global, con voz propia, sin pedir permiso ni traducción.
Resignificar esta fecha es un acto de soberanía cultural. Es decir: no más relatos prestados, no más héroes de mármol. América Latina celebra hoy su diversidad, su memoria y su resistencia, no la conquista que intentó borrarlas.
Mirar atrás para avanzarRepensar el 12 de octubre no es reescribir la historia, es reconquistar el derecho a contarla. Porque solo una región que reconoce sus heridas puede construir un futuro verdaderamente libre.
Y ese futuro —aunque duela— no nació el día en que Colón llegó, sino el día en que los pueblos originarios decidieron no rendirse.


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